Siempre se puede optar por meterse en una espiral, en la que
nunca afrontarás tus sentimientos, siempre se puede huir de uno mismo, siempre
que sean cosas innecesarias para la vida, siempre que las cosas se pongan
fáciles. Siempre puedes meter tantas cosas en la cabeza, que no quepa lo que
tendría que entrar. Al final llegará un momento, en el que sea otra persona la
que se meta en una espiral, esa persona que ocupa cada rincón de tu mente, esa
persona que te obtura cada poro, que te quita el aliento, te mata las papilas
gustativas, te deja ciega, sorda, y que no deja que articules palabra. Un día,
esa persona, entrará en una espiral, como la tuya de hoy en día. Y sus poros se
cerrarán, no podrás llegar a su esencia, a su yo más íntimo, no podrás ni si
quiera ver, lo que antes tocabas con dulzura, lo que durante horas mirabas
maravillada, no podrás si quiera acercarte. Entonces entenderás la soledad que
se aprecia desde este lado de la pared, aprenderás a apreciar tocar la esencia
de cada persona, de cada persona que se cruce en tu camino, y te volverás un
poco menos intransigente, con la edad, con las paredes que se colocarán entre
tu y millones de personas aprenderás a ser comprensiva, a ver el muro, tocarlo,
sentirlo, dar la vuelta, ver que no queda nadie detrás de él y ahora si,
entenderlo.
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