miércoles, 12 de noviembre de 2008

Noches embriagadoras

La cabeza me da vueltas, me agobio ypienso que necesito salir fuera, necesito un poco de silencio, para que la voz de mi subconsciente no grite tan alto, que me desconcentre y cometa una estupidez. La música suena demasiado fuerte, la gente se balancea demasiado rápido, y yo quiero seguir su ritmo, pero mi cuerpo no parece querer acompañarme, y tropiezo y casi caigo una docena de veces, antes de decidir coger el móvil y salir fuera a sanarme este ansia que no he podido saciar, esta sed que me humedece la boca de alcohol.

Fuera se está fresco, ahora parece que todo está bien y la gente se para y mira con curiosidad: una chica sentada sola en un sofa terriblemente feo, en plena entrada de una discoteca, terriblemente solitaria. Es ya muytarde y solo las almas en pena, los fiesteros incansables y los adolescentes alocados del momento se encuentran ya en las calles. Elmovil está entre mis manos, mirándome, esperando poder a mi cuerpo, a que haga eso que mi mente no quiere, esperando poder arrepentirme de mí, de en lo que me he convertido, mañana. Cruzan por mi mente muchas maneras de subsanar ese caprichode niña pequeña, que es lo que soy, comodarme ese caramelo que tanto quiero. Pero no me lo consiento, por octava vez ya mi mente vence almomento, vence al capricho que me hundiría en la miseria, comoun errormás grave que el emborracharme hasta perder la razón.



Lucilu

lunes, 3 de noviembre de 2008

El tiempo se detiene y me alejo, como si de una vista panorámica se tratara de mi vida, empiezo a percibir algo, pero al ver las cosas con más claridad pierdo los detalles, y cuando aparezco yo, esta yo que no gusta, esta yo que me recuerda a mí, y donde me siento agusto, compadeciéndome y recreándome en pequeñas situaciones pasadas, y no en la vida, dejándola pasar delante de mi como una espectadora inútil, como si no recordara que debo hacer para articular palabra, cuando aparezco yo, todo deja de tener sentido y no necesito que me mires siquiera.

Desaparece la ansiedad, la alegria, la pena, la felicidad, dando paso a un estado de calma casi estúpido, casi me dan ganas de abofetearme. Pero no puedo, este estado que me atrapa, que me consume en vida, como si de una dictadura de la abulia se tratara, y es ahora cuando no me siento presionada, cuando emprendo más proyectos, y me sumerjo en mi misma,es entonces, solo entonces, cuando me alejo de la gente, cuando ya ni siquiera me pueden rozar cuando puedo expresar lo que siento, lo que veo, y lo que creo que se debería hacer.

Puedo llorar de tantas cosas, de felicidad, de reencuentro con una canción, con un cuadro, mil veces visto, oído y comentado y admirado, puedo llorar de desesperación, de ganas de gritar que se acumulan en los ojos, que me queman, y que estallan como un rio de lava y me abrasan la cara, puedo llorar de verte una sola lágrima, de sentir tu vacío, tu desesperación.

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Seguimos juntos, en el restaurante ahora de moda,sentados a la mesa que Julio tiene permanentemente- un permanente que durará tanto como dure la moda- reservada a su nombre, ante un foigras que no me sabe a nada y un borgoña que me dará mañana un terrible dolor de cabeza, intentando no escuchar las palabras de Julio- es una de sus manías incurables- se obstina en repetir a mi oído, sin que yo me atreva a hacerle callar diciendole que nada de esto importa nada, el que mi amor sea más embriagador que el vino, más suave que todos los aromas (...) -¿y por qué no puedo hacerle callar hoy, aunque debía haberlo hecho mucho antes, hace casi treinta años?¿por qué no explicarle aquí, ahora mismo, que nada de todo esto que lleva siglos repitiendo me ha interesado nunca lo mas mínimo, ni siquiera la primera vez que se lo oí(...)?

"El mismo mar de todos los veranos", Esther Tusquets


lucilu